Hay mujeres afortunadas que confían en sí mismas a pesar de todo, que no se dan cuenta de sus propios defectos de cerca y que saben convertir en dignidad cualquiera de sus lados. Pero la mayoría de las mujeres tienden a todo lo contrario: nos miramos fijamente en el espejo, suspiramos con tristeza, nos arrancamos frenéticamente las primeras canas y nos aterroriza engordar.
En términos extremos, tal preocupación por la propia apariencia y la percepción inadecuada de la misma adquiere características patológicas y se llama dismorfofobia, en la que la preocupación por defectos externos imaginarios comienza a interferir con la vida real.
La dismorfofobia tiene muchas manifestaciones: las niñas se miran constantemente al espejo y buscan un ángulo ventajoso en el que el supuesto defecto no sea visible; negarse categóricamente a ser fotografiado con diversos pretextos; uso excesivo de cosméticos, etc.
En casos graves, la dismorfofobia requiere tratamiento por parte de un especialista.
Le proponemos realizar nuestra prueba y averiguar si evalúa adecuadamente su cuerpo, si está inclinado a exagerar las deficiencias o enfatizar las ventajas.